martes, 23 de abril de 2013

Santa Cilia - Tozal de Guara


(13/04/2013) 

Nos dirigimos a Santa Cilia de Panzano y, tras dejar atrás el pueblo dejamos la furgo al pie del panel informativo. Nos pertrechamos con una manga larga y los frontales, y comenzamos la subida a paso charlada, los cuerpos no estaban para muchos trotes y nos lo tomamos con calma, disfrutando de las bonitas vistas sobre toda la Hoya y buena parte del Somontano y, en la lejanía, Zaragoza.
Aprovechamos la subida para arreglar el mundo, y de paso planificar las carreras a las que pensábamos ir.
Por la noche, esta ruta podemos decir que es bonita, ver todas esas lucecitas de los infinitos pueblos, pueblitos y granjas, de las que apenas puedes poner nombre.

Subir, subir, y subir, pasando junto al barranco Agón, seguimos subiendo frente al Tozal de Cubillas, llegamos a las balsas de Fondarrés , a estas horas ni las ranas croaban.

Cuando llegamos al Collado de Vallemona ya habíamos alcanzado los 1.800 metros, aquí tomamos picamos algo y algunos se abrigaron un poco, en minutos y con un poco de intuición nos plantamos junto al Pozo de nieve del Duque.
aquí estoy yo...

La subida seguía, y el camino por momentos se pierde, tras pasar junto a los 1.962 metros que tiene la cima que precede a Guara, el aire se notaba más frío, pero se aguanta más o menos, aumentando el ritmo para entrar en calor, ya que si te paras te quedabas pajarito.

En este  último tramo nuestra atención debía ser máxima, estábamos muy cerca de la cima y en el camino cruza neveros que aun resisten, y que tienen su peligro, un patinazo y no sabes donde puedes acabar. Un último nevero, con más peligro de lo que parece, y ya estamos en la cima.
Nos abrigamos, aquí sí que pegaba bien el viento, tomamos un tentempié, dejamos la firma en el libro a las 23.45, sacamos unas fotos, apagamos los frontales un ratito para ver las estrellas…y para bajo a toda pastilla.

En algún tramo estuvimos a punto de tener algún despiste, y en Vallemona tuve que ponerme unos guantes más que me dejo Michel, empezaba a no sentir los dedos, y no tenía ganas de que me pasará lo de Nocito de hace un mes, en el que estuve casi una hora sin sentir el dedo meñique. Según íbamos bajando, entraba en calor, y el aire se tornaba más caliente, la ropa sobraba, y los guantes también.
vaya noche

El ritmo iba aumentando según nos acercábamos a la furgo, y después de una buena trotada llegamos al lugar de partida, en menos de 4 horas. Ahora solo quedaba cambiarse de ropa y regresar a Siétamo para despedirnos de nuestros acompañantes, Roberto y Michel hasta  otra ocasión.



se acabó



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